Segunda de tres partes.
La ley de castigos ha separado a cientos de miles de familias integradas por un ciudadano estadounidense y su cónyuge migrante. Son familias rotas, cuyos padres viven entre la frustración y el coraje, sobre todo la madre o el padre que es ciudadano americano, y a quien su propio país no le da el derecho de estar junto a los que quiere.
Estas son las historias de Meybel y José, de Mario y María, sus parejas, de las cuatro pequeñas que piden en deseos de cumpleaños o a Santa Claus como regalo de Navidad, las dejen estar con sus dos padres en Estados Unidos.
Jugaba con su papá y ahora no tiene nada, debido a la ley de castigos
“Cuando estamos haciendo algo juntas, en familia, siempre dicen: ‘extraño a daddy. Quisiera que daddy estuviera aquí. Quisiera que regresara. ¿Por qué no puede venir daddy?’. Como son pequeñas yo les digo que no tiene pasaporte para venir. Incluso la más grande acaba de cumplir años y en la vela de cumpleaños, el deseo de ella fue que su daddy pudiera regresar”, comenta Meybel respecto a la afectación que ya tienen sus hijas por no poder estar con su papá personalmente.
“Sí, especialmente (le afecta) a mi hija más grande, de 8 años, ella tenía 3 años cuando esto pasó. Ella era muy apegada a él y se ve que ella no está contenta. Ellas, por ejemplo, para Navidad, mandaron cartas a Santa Claus y sus cartas decían que ellas lo que querían para Navidad era a su papá”, cuenta Maybel y agrega:
“La más chiquita es más apegada a mí, pero la más grande ha sido muy afectada por esto. Ella no es una niña contenta, porque lo que ella recuerda es cuando su papá venía de trabajar casi 10 horas. Él entraba y se ponía a jugar con ella. Fue de eso, a ya no tener nada”, dice Meybel con la voz entrecortada.
“Le agarró depresión”
Las hijas de José y María también sufren las consecuencias de no ver a su mamá.
“Sí, la más grande estaba en el kinder cuando esto pasó y sus calificaciones bajaron bastante y le agarró depresión, se ponía bien nerviosa. La tuve que llevar a terapia. Y la más chiquita ahorita, a veces se me pone bien rebelde”, relata José, quien, ante su situación familiar, incluso analiza la posibilidad de irse a trabajar a México o Canadá para volver a reunir a su familia.
“Ellas están confundidas, no saben por qué su mamá no puede regresarse y yo les digo que para regresarse ocupa un pase para ser ciudadano del país o un permiso del Gobierno de Estados Unidos para que le permitan entrar. Que si no tienen esos documentos no pueden entrar, y pues esa es la realidad”, acepta triste José, cuyos orígenes están en León, Guanajuato.
“Si aquí no funciona ni modos. Al final ellos son los que pierden, yo no”
¿Y a José cómo le afecta no estar con su esposa?
“Antes tenía mucha frustración. Estaba siempre enojado, pero me di cuenta que en México, si tienes una educación hay muchas oportunidades. Y ahorita estoy trabajando en mi maestría”, detalla José y continúa:
“Y con mi carrera de ingeniero civil, pues dije: ahorita México ocupa correr líneas de luz, y pues para qué enojarme, si hay oportunidades que se abren allá, pues por qué no moverme. Irme allá a una comunidad que esté tranquila, si aquí no funciona ni modos. Al final ellos son los que pierden, yo no”, dice José poniéndole buena cara al mal tiempo que vive en la cuestión familiar.
“Aquí en California trabajo para la luz y el gas y hasta he estado viendo oportunidades de trabajar en México, ahorita toda la electricidad está controlada a nivel federal y estaba viendo si hay trabajos allá y sí hay trabajo y está bien pagado. Son decisiones que tengo que tomar, que si aquí no funciona pues tengo que ver qué es lo mejor para mi familia. Si no es aquí, pues puede ser en México”, enfatiza el joven padre.
“No es una vida fácil”, todo gracias a la ley de castigos
Meybel trabaja brindando servicio al cliente de un seguro médico desde 2014.
“Yo nací en El Salvador. Yo vine aquí a los seis años. Tengo 35 y mi vida ha sido aquí. Por ejemplo ahorita con la pandemia los niños casi no tuvieron escuela. Entonces todas nuestras vidas fueron afectadas. Vivían en la felicidad estando con su papá allá (visitándolo), pero a la vez era un sacrificio (por la cuestión económica)”, explica Meybel.
Mientras, Mario, de 34 años, trabaja en Guatemala para seguir apoyando a su familia. “Sí, está trabajando, hace lo que puede, pero no es una vida fácil para nosotros irnos, especialmente con el estudio de las niñas”, expresa Meybel.
Quererlas cerca, pero ver la realidad que impone la ley de castigos
“Él quisiera que nos fuéramos, pero también él ve la realidad y lo ha dicho. ‘Mis hijas van a tener mejor estudio y mayor oportunidad allá, que aquí. Me duele no estar con ustedes, pero hay que aceptar la realidad’”, cuenta Meybel.
¿Y a la pareja cómo le afecta? “Sí, porque uno como pareja, aunque uno se quiera, la distancia… afecta mucho, y por tanto tiempo”, afirma ella.
“Sí me da tristeza”
La última vez que José visitó a María en México fue en diciembre pasado, estuvo tres semanas allá en León, Guanajuato. En estos casi cinco años sólo ha podido visitarla en dos ocasiones, debido también a la pandemia. La anterior fue en 2018, por supuesto, las dos veces ha llevado a sus hijas para que se reúnan con su madre por lo menos unos días.
Sin embargo, Mario reconoce que todo esto también le causa tristeza.
“Sí me da tristeza porque yo tengo un trabajo y gano bien, yo no dependo del Gobierno y me da tristeza que aún así, que uno está educado, tiene un buen trabajo y paga sus impuestos, no tenemos derechos de vivir con quien queremos, con quien estamos casados por razones de leyes, que no sé cómo sacaron eso de los castigos”, señala.
La ley de castigos se remonta a 1996, cuando el Congreso aprobó la Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y Responsabilidad del Inmigrante (IIRIRA). Ley conocida hoy como la ley de castigos, y la cual estableció más delitos punitivos con la deportación.
La IIRIRA también modificó las reglas de inadmisibilidad. Un inmigrante ilegal quedó sujeto a una prohibición de tres años por permanecer más de 180 días como indocumentado y una prohibición de 10 años por permanecer más de un año.
Incluso, si un inmigrante indocumentado afirma falsamente ser ciudadano estadounidense, estaría enfrentándose a una prohibición de por vida, como le ocurrió a María, la esposa de José, al parecer sin saber lo que hacía.
Para las prohibiciones de tres o diez años, los inmigrantes aún pueden presentarse ante un juez de inmigración y apelar por una exención de inadmisibilidad basada en dificultades, pero no se toma en cuenta a los cónyuges estadounidenses que tienen que quedarse y criar hijos solos o mudarse fuera del país. Si un inmigrante se presenta ante un juez y éste dicta su sentencia, se ve obligado a cumplir su prohibición.
“Fue una despedida muy dolorosa”
Aquel abril de 2017 cuando Mario tuvo su cita consular en Guatemala, Meybel lo acompañó. Semanas antes, en marzo, habían estado allá todos juntos, pero ella volvió a los Estados Unidos a dejar a sus hijas y luego regresó a Guatemala para acompañar a su esposo al consulado.
“Fue una despedida muy dolorosa para mí, y el saber que no iba a regresar conmigo y estar con sus hijas, (además de que sería) un castigo de 10 años. Mis hijas tenían 2 y 3 años (en 2017) y sólo pedían a su papá, no entendían qué estaba pasando”, cuenta Meybel a casi cinco años de que ocurriera la separación de su familia.
American Families United va contra la ley de castigos
Familias Americanas Unidas (American Families United), busca evitar la separación de las familias cuando el cónyuge migrante quiere arreglar su situación migratoria, pero está sujeto a una sanción de la ley de castigos.
Ellos impulsan la propuesta de ley HR-2920, la cual busca otorgar o crear perdones en donde no los hay en la ley de castigos.
“La HR-2920 no elimina los castigos. Es un cambio a la ley, que se trata de agregar perdones a donde no hay. Hace más amplia la oportunidad de pedir un perdón a los castigos. Estamos hablando de todos los castigos. En nuestra comunidad los dos castigos más comunes son los de múltiples entradas y la declaración falsa de ciudadanía americana”, expuso Kali Pliego, presidenta de American Families United en entrevista con la abogada Erika Jurado el pasado 13 de enero.
“Ese castigo de declaración falsa de ciudadanía americana afecta a mucha gente, en algo tan sencillo a veces como en la aplicación de empleo ponerle que es ciudadano americano en vez de ponerle otra cosa. Eso, a partir de 1996 con la ley de castigos, hace inadmisible de por vida a los Estados Unidos bajo una petición familiar”, explicó la abogada Jurado durante la charla.
¿Y cómo sería el proceso para poder obtener un perdón de estos?
“Sería lo mismo de los perdones que ya existen para los castigos de tres y 10 años (la presencia ilegal en los Estados Unidos). Estos castigos ya tienen perdón o la oportunidad de aplicar por el perdón, y entonces el proceso va a seguir igual que el sistema que ya existe, solamente que al final, la persona que decide va a ser un juez o un oficial de inmigración”, detalló Pliego en la entrevista y agregó lo siguiente:
“Y esta persona está empoderado con la discreción, de su decisión. Actualmente no tienen eso. Es un papel que dice que automáticamente está fuera y eso es un cambio muy importante”, subrayó.
¿Y cuáles factores tomarían en cuenta los oficiales de inmigración bajo la HR-2920 para decidir si dan o no estos perdones?
“Principalmente, sobre si hay una amenaza o una separación familiar, entonces esto es lo que se llama un sufrimiento y con esto ya califica. Pero también otros motivos, como tener hijos ciudadanos, tener esposo por ser ciudadana”, explicó la presidenta de American Families United.
Datos difundidos por Familias Americanas Unidas en 2020, basados en estadísticas del Centro de Datos de Inmigración del Instituto de Políticas Migratorias, señalan que casi 1.3 millones de cónyuges de ciudadanos estadounidenses viven en EU sin autorización.
Asimismo destacan, con datos de Informes del Departamento de Estado de la Oficina de Visas, que al menos 340 mil solicitudes de inmigración legal de cónyuges de ciudadanos estadounidenses han sido rechazadas sin resolución desde 1997. (Segunda de tres partes). Te invitamos a leer la primera y tercera parte de este artículo.
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