La mexicana Monsy Hernández vivió alrededor de 14 años en Estados Unidos tras llegar a los 9 años de edad desde la Ciudad de México, pero hoy radica en Alemania luego de ser una dreamer a la que le cerraron las puertas para desarrollarse en tierras estadounidenses, pues con el DACA “sólo nos dieron un medio permiso para trabajar y pagar impuestos”.
Hernández, hoy de 28 años, renegaba entonces de su origen mexicano porque creía que “era la razón por la que nunca podría alcanzar todos los sueños que tenía”.
Actualmente, en entrevista para el Blog de la abogada de inmigración, Erika Jurado, afirma que “no hay nada mejor en el mundo que ser mexicano”, e incluso, es cofundadora de ONWARD, una organización que busca desarrollar una comunidad y una red de apoyo para dreamers y beneficiarios de DACA que partieron de Estados Unidos.
Our Network for the Wellbeing and Advancement of Relocated Dreamers (ONWARD, Nuestra Red para el Bienestar y la Promoción de los Soñadores Reubicados) también tiene como miembros fundadores a la canadiense Tawheeda Wahabzada de padres refugiados de Afganistán, y a Eun Suk (Jason) Hong, cuya familia es originaria de Corea del Sur.
“En Carolina del Sur es muy difícil ser indocumentado”
Carolina del Sur, un bastión del Partido Republicano, fue el lugar a donde la Monsy Hernández de 9 años llegó desde la capital mexicana.
“En Carolina del Sur es muy difícil ser indocumentado, que es lo que nosotros eramos. Es uno de los lugares en donde es muy difícil que uno reciba, por ejemplo, su licencia de conducir. No puedes ir a la universidad, porque eres ilegal”, señala Hernández en entrevista telefónica precisamente desde la Ciudad de México, donde se encontraba visitando a familiares.
Y ni siendo beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), impulsado por el ex presidente Barack Obama durante su administración, la joven mexicana encontró mejores oportunidades de desarrollo profesional.
“Aunque uno tenga DACA también es imposible, por ejemplo, convertirte en abogado o en doctora porque no es posible recibir las licencias para esas profesiones. Uno puede ir a la universidad para estudiar estas profesiones, pero no puede recibir el título al final, que es lo que le pasó a mi hermanita. Ella está estudiando medicina, pero tuvo que cambiar a Estadística porque el estado de Carolina del Sur no la deja obtener el título de medicina”, indica Hernández.
DACA: dreamers o soñadores viven con muchos temores
Los jóvenes dreamers, según un estudio publicado en febrero pasado, temen por su integridad física, su seguridad alimentaria y ser deportados a su país de nacimiento si no les regularizan su estatus migratorio.
Además, los también conocidos como soñadores, temen por la incertidumbre de que sus familias no tengan acceso a atención médica o educación. Estos temores tienen su origen, por lo menos, desde 2012, año en que fue creado el programa DACA bajo la administración de Obama. Desde entonces, el Congreso ha discutido, sin éxito para los soñadores, la posibilidad de un camino a la ciudadanía.
Los datos los revelan la U.S. Immigration Policy Center de la Universidad de California, el NILC (Centro Nacional de Leyes de Inmigración), el CAP (Centro para el Progreso Americano) y la comunidad de jóvenes de la organización UWD (United We Dream).
De acuerdo con sus cifras, 9 de cada 10 encuestados asiste a la escuela o está empleado en algún trabajo. Incluso, muchos de ellos, ya tienen un éxito consolidado en sus áreas de interés, pero continúan preocupados porque eso termine de un día para otro.
Hasta hoy, los beneficiados con DACA, que son quienes llegaron a EU antes de cumplir 16 años de edad, y que según cálculos podrían ser hasta 840 mil jóvenes, pueden acceder a un amparo temporal de deportación y una autorización de empleo, el cual es renovable cada dos años.
El estudio de los centros mencionados revela que el 96 por ciento tienen temor de ser deportados a su país de nacimiento; que el 40 por ciento piensa, al menos una vez al día, que puede ser detenido o deportado; y que el 48.6 por ciento piensa, al menos una vez al día, que uno de sus familiares puede ser detenido o deportado.
Otros requisitos que debieron cumplir los soñadores para ser parte del DACA fueron: el haber vivido continuamente en Estados Unidos desde el 15 de junio de 2007 y haber tenido menos de 31 años el 15 de junio de 2012.
“Nunca pudimos ir a otro estado”
Aún con estas trabas impuestas por Carolina del Sur y las autoridades migratorias en general, la familia de Monsy Hernández nunca pensó en la posibilidad de cambiar su residencia a otro estado menos conservador de la Unión Americana.
“La verdad es que toda la familia estaba en Carolina del Sur, tengo un hermano que es el más chico de todos, entre mi hermana y yo lo estábamos cuidando y por eso no nos podíamos ir de ahí. Y mi papá también tenía su trabajo ahí por lo que nunca pudimos ir a otro estado”, relata.
Monsy es la mayor de tres hermanos, su hermana tiene 22 años y el menor de ellos tiene 14. Sus dos hermanos y sus padres aún viven en Estados Unidos, aunque a su madre la detuvieron en 2012, la retuvieron en un campamento de detención durante cuatro meses y luego la deportaron a México. Finalmente, su madre regresó a EU en 2014 tras cruzar de nuevo la frontera para reunirse con su familia.
Esto es parte de lo que enfrentó Hernández tras su llegada a Estados Unidos, y por lo que hoy considera que es muy difícil la vida para un niño que llega a ese país desde México.
“Sí, es muy difícil. No sólo porque uno tiene que aprender inglés, y por la discriminación, sino también por las barreras legales que uno encuentra. Es particularmente muy fuerte la discriminación en Carolina del Sur. Creo que en otros estados que tal vez sean más demócratas la discriminación no es tan grande pero en Carolina del Sur, siendo un estado republicano, no quieren mucho a la gente que perciben que es indocumentado o a la gente que perciben diferente a los estadounidenses”, asegura.
Sin embargo, Monsy no puede decir que esto se diera así en todos los lugares a los que iba en Carolina del Sur.
“No era en todos los lugares, pero era algo que siempre me siguió, que siempre estaba presente, sobre todo porque creo que en 2008, pasó una ley donde se volvió legal parar a la gente simplemente para preguntarle por sus documentos, sin tener otra razón que sospechar que eran indocumentados”, indica.
“Sabíamos que no podíamos salir a manejar o ir a la tienda sin el miedo de que nos parara la policía”-
En efecto, la ley migratoria de Carolina del Sur especifica que los agentes de policía deben contactar a las autoridades migratorias para conocer la situación legal de los individuos detenidos por cualquier crimen o bajo investigación, incluyendo infracciones menores de tránsito.
Es así que la ley exige a la policía de Carolina del Sur (estatal y municipal) revisar el estatus migratorio de sospechosos y ordena que todos los negocios revisen sus contrataciones a través del polémico programa federal E-Verify.
La actual ley migratoria de Carolina del Sur –que data de 2012– hizo cambios a otra ley similar aprobada en 2008 que, entre otras reglamentaciones, sanciona duramente a empresas que contraten a sabiendas a inmigrantes indocumentados.
Carolina del Sur fue el primer estado en prohibir el ingreso de estudiantes indocumentados a los colegios comunitarios y universidades estatales, en no aceptar las ciudades santuarios y en obligar a las empresas a utilizar el sistema E-Verify.
“Y después de ese momento (la aprobación de esta ley), sabíamos que no podíamos salir afuera y que no podíamos ir, por ejemplo, a manejar o ir a la tienda sin el miedo de que nos parara la policía para checar nuestros documentos”, cuenta Hernández en la entrevista para juradograham.com.
“Mi identidad mexicana me daba vergüenza”
Fue por esos mismos motivos que Monsy llegó a odiar su origen mexicano. “Yo pensaba que era la razón por la que nunca podría alcanzar todos los sueños que tenía”, cuenta.
Además expone que “mi identidad mexicana fue algo que por mucho tiempo me dio mucho… no sólo miedo, pero también me daba vergüenza tener que ser mexicana en Estados Unidos porque yo pensaba que estaba conectado con ser indocumentado, con tener las barreras que teníamos enfrente de nsosotros y con la inhabilidad de hacer todo lo que queríamos hacer con nuestros sueños”.
Y abunda: “Yo pensaba que era nuestra culpa, por nuestra identidad, que no podíamos hacer todo lo que queríamos. Y también pensaba que tal vez, porque era nuestra culpa, que tal vez así deberían ser las cosas. Que tal vez por nuestra identidad no deberíamos tener la habilidad de alcanzar nuestros sueños o seguir haciendo lo que queremos hacer con nuestras carreras”.
Hoy, que en este año termina sus cursos de alemán y que se encuentra cursando la carrera de Servicio Social en Alemania a donde llegó en 2017, se da cuenta de que “no fue nuestra culpa. Las barreras que teníamos enfrente de nosotros no eran por nuestra identidad, eran cosas que habían pasado debido a las leyes y legislaciones. O sea que los legisladores pusieron nuestras barreras a propósito, para que creyéramos que nosotros no éramos capaces de hacer todas las cosas que podemos hacer”, afirma.
Y destaca que “todo el potencial que tenemos siempre estuvo dentro de nosotros y siempre estuvo dentro de nuestra identidad, sólo que nos hicieron creer que no éramos capaces”.
A diferencia de hace unos años, en la actualidad Hernández abraza por completo su identidad mexicana.
“La celebro muchísimo. Adoro ser de México, adoro México, adoro a todos los mexicanos, es algo que nunca pude haber dicho cuando era más chica. Pero ahora que he regresado a México, he conocido a mi familia, he comido la comida mexicana, he celebrado toda la cultura mexicana, puedo ver que es hermoso ser mexicano, que no hay nada mejor en el mundo que ser mexicano”, asegura emocionada.En los tres viajes que esta joven ha realizado al país azteca para estar con sus familiares, “encontré que la mayoría de México, todo lo que he visto de México es muy hermoso”, afirma. (Primera parte). Te invitamos a leer la segunda parte.
Por Maurilio Soto.
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