A medida que se aproximan las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, los problemas de inmigración y seguridad en la frontera sur se han colocado entre los temas principales.
El expresidente Donald Trump y su rival, la vicepresidenta Kamala Harris, mantienen posiciones claramente diferenciadas sobre los beneficios o perjuicios de la inmigración, pero coinciden en un punto: la frontera sur enfrenta una crisis, y el sistema de asilo es el principal responsable de esta situación.
En 2022, los cruces no autorizados por la frontera sur alcanzaron la cifra de 2,2 millones, desbordando las capacidades de las comunidades fronterizas y grandes ciudades como Nueva York, que recibió decenas de miles de migrantes con un apoyo limitado por parte del gobierno federal.
Imágenes de caos en las ciudades fronterizas y de familias en condiciones deplorables, junto con la presencia creciente de migrantes sin techo ni permiso de trabajo, avivaron la preocupación pública. Aunque los cruces no autorizados han disminuido en 2024, la percepción de crisis persiste en todo el país.
Un artículo muy interesante de Foreign Affair, publicación especializada en las relaciones exteriores de los países, analiza en detalle este fenómeno.
Inmigración: un problema de larga data
A pesar de que la pandemia exacerbó la situación, la crisis en la frontera ha sido constante durante la última década. Cuando el flujo de migración no autorizada aumenta, el gobierno federal ha fallado en gestionar la llegada de manera segura y ordenada, lo que ha generado dificultades operativas y tensiones políticas.
Según la publicación, Estados Unidos se enfrenta a un sistema de inmigración obsoleto que ya no es capaz de responder a los desafíos del mundo actual.
El Congreso de Estados Unidos no ha revisado las leyes de inmigración desde 1990, cuando aprobó una ley para aumentar el número de inmigrantes permitidos en el país.
En los 34 años que siguieron, el mundo ha cambiado drásticamente. Factores como el envejecimiento de la población estadounidense, el cambio climático y las crisis políticas en el hemisferio occidental han provocado que muchas personas se vean forzadas a abandonar sus hogares.
Sin embargo, las vías legales para ingresar a Estados Unidos han permanecido casi inalteradas. Hoy, el país depende de un sistema de inmigración diseñado para un contexto diferente.
Un sistema de asilo colapsado
Debido a la falta de reformas que adapten las leyes a los cambios globales, muchos migrantes han optado por ingresar a través del sistema de asilo.
Este sistema fue creado para brindar protección a personas que huyen de la persecución, pero, ante la falta de otras alternativas legales, se ha convertido en la única vía para millones de desplazados que buscan entrar a Estados Unidos.
Sin embargo, el sistema de asilo se encuentra colapsado. Los retrasos en la resolución de solicitudes han alcanzado niveles alarmantes: de 100,000 casos en 2014 a más de un millón en 2024.
La mayoría de los solicitantes, tras años de espera, ven sus solicitudes denegadas.
Este proceso prolongado afecta a quienes realmente necesitan protección humanitaria, dificultando que puedan demostrar su persecución.
Además, muchos migrantes que no califican legalmente para el asilo lo intentan de todas formas, debido a la inexistencia de otras vías para ingresar legalmente al país.
Acciones políticas ineficaces
El Congreso no ha actuado para reformar las leyes de inmigración, y los sucesivos gobiernos, tanto demócratas como republicanos, han optado por soluciones parciales.
Por ejemplo, los republicanos han promovido el cierre total de la frontera, impidiendo el ingreso de solicitantes de asilo.
Los demócratas, por su parte, han propuesto limitar el asilo solo a quienes soliciten permiso de entrada con antelación. Sin embargo, estas soluciones no han logrado resolver la crisis de fondo.
El debate sobre el asilo ha distorsionado la discusión sobre la inmigración. Aunque el sistema de asilo está saturado, no es la raíz del problema, sino una consecuencia de la incapacidad de Estados Unidos para adaptarse a los cambios en la migración global.
Desde 2010, la cada vez mayor inestabilidad en América Latina ha desplazado a millones de personas, pero Estados Unidos ha reaccionado con políticas inconsistentes, a menudo externalizando sus responsabilidades migratorias hacia otros países, como México.
Inmigración: Impactos sociales y económicos
El manejo ineficaz de la inmigración ha amplificado la xenofobia en Estados Unidos, justo en un momento en el que la economía estadounidense necesita más inmigrantes.
Sin un aumento en la inmigración, la población en edad laboral disminuirá, lo que afectará el crecimiento económico.
A pesar de esto, los temores sobre la inmigración han aumentado. Aproximadamente el 55% de los estadounidenses apoya la reducción del número de inmigrantes, una cifra que no se había visto desde los meses posteriores a los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Los responsables políticos deben enfrentar las preocupaciones del público sobre la frontera si desean avanzar en reformas esenciales, como la modernización del sistema de visas y la creación de una vía hacia la ciudadanía para inmigrantes indocumentados.
Es clave, dice Foreign Affair, reconocer que la política migratoria no es solo un tema interno, sino también una cuestión de política exterior.
Las soluciones a la crisis fronteriza requieren un enfoque integral que contemple tanto la gestión de fronteras como la estabilización de los migrantes en tránsito.
Futuras soluciones
La política migratoria de Estados Unidos debe ser reformada para enfrentar las causas de la migración irregular, no solo para reaccionar ante la llegada de migrantes.
Cada restricción al asilo establecida en la última década ha sido seguida por un aumento en los cruces no autorizados.
Estados Unidos necesita un nuevo marco legal que ofrezca alternativas seguras para ingresar al país y que no dependa únicamente del sistema de asilo.
La única forma de reducir la migración irregular de manera sostenible es facilitar la inmigración legal y mejorar las oportunidades de empleo para los desplazados en América Latina.
Para ello, es necesario modernizar la infraestructura fronteriza y mejorar la integración de los inmigrantes una vez que lleguen. Este enfoque multifacético podría ser la clave para alejar al país de las políticas fallidas que han predominado en la última década.
El camino hacia adelante
Estados Unidos ha implementado algunas innovaciones bajo la administración de Joe Biden, como la creación de nuevas vías legales para migrantes de países como Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela.
Estas vías permiten que los migrantes encuentren patrocinadores en Estados Unidos y lleguen legalmente al país para trabajar durante dos años.
Según datos del propio gobierno, esta política ha reducido en un 99 % los cruces no autorizados de migrantes de estos países.
Además, es necesario que se reformen las herramientas tecnológicas, como la aplicación móvil CBP One, que actualmente permite a los migrantes solicitar una cita para ingresar legalmente.
Sin embargo, se requiere un enfoque más efectivo que priorice a quienes realmente necesitan protección humanitaria y desaliente la percepción de que ingresar a Estados Unidos es una garantía si se espera en México.
Lo que está claro es que el debate sobre la inmigración en Estados Unidos está lejos de resolverse.
A medida que las crisis migratorias continúan en el hemisferio occidental, será fundamental que Washington adopte un enfoque más coherente y sostenible, que no solo gestione las fronteras, sino que también aborde las causas estructurales que llevan a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor.
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