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Si no consigue seguro médico debido a falta de papeles, por su salud, tendría que regresarse a su país

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Por Maurilio Soto

Primera de dos partes.

Por falta de papeles miles de inmigrantes se ven perjudicados en su vida diaria en Estados Unidos. Por este motivo, se les puede complicar conseguir trabajo o al no tener número de seguro social perder alguno que ya hayan conseguido. 

Pero la falta de seguro médico incluso puede poner en riesgo su salud y, ante tratamientos muy costosos a los que precisamente no pueden acceder vía una institución pública por falta de documentos migratorios, las cosas pueden ponerse aún peor.

Tal es el caso de Noemí que a continuación te presentamos.

Hace todo para salvar a su hija

“Nos fuimos al hospital y fue la primera vez que me aventé a hablar inglés. No tenía ni dos años viviendo aquí”, relata Noemí quien en aquel momento, además, apenas estaba por cumplir los 20 años de edad.

Ella había salido de México a los 18 años y llegado a Estados Unidos unos meses antes de cumplir los 19. 

“Cuando mi niña tenía ochos meses se enferma y la llevaba al pediatra porque tenía una enfermera que hablaba español y nos ayudaba, pero ya la había llevado varias veces y mi hija no mejoraba”, cuenta Noemí, hoy de 40 años. 

“(Y) yo con miedo y todo porque no sabía hablar inglés, no había quién me ayudara. Sólo éramos él y yo, en ese momento él trabajaba en un rancho cuidando caballos y vivíamos en una casita móvil. Y yo me dedicaba a cuidar a mi hija. Se me enfermó tanto, estaba tan mal, que yo le dije (a mi esposo) pues vámonos al hospital”, rememora la originaria de Río Verde, San Luis Potosí. 

“Entonces tuve que hablar mi inglés mocho de tres palabras para darle a entender que mi hija se me estaba muriendo, porque se me estaba muriendo. Tenía una infección muy fuerte en su orina, no comía. Ya (para ese momento) tenía 14 meses y ella no caminaba porque no tenía fuerzas”, dice Noemí desde su casa de Carolina del Norte

Indirectamente, había sido su propia hija la que le había ayudado a comprender un poco de inglés.

“Y yo aprendí el inglés con el que hablé para salvar la vida de mi hija, por las caricaturas, porque yo miraba la televisión en inglés. Era lo único que había, no teníamos cable. Yo miraba las caricaturas en inglés por la niña”, relata viendo hacia la cámara de la computadora durante la entrevista vía remota.

Y explica lo que ella considera que también contribuyó para comprender ese nuevo idioma: “bendito sea Dios no he sido muy tonta para la escuela, siempre había tenido buenas notas en la escuela. Entonces eso me ayudó mucho. El saber escuchar y con una palabra que iba viendo, que la repetían cada que decían algo, yo me iba imaginando”. 

“Después de un rato un familiar que estaba casado con una americana llamó al hospital para preguntar por nosotros y ella no hablaba muy bien español, pero yo escuché cuando la enfermera, porque (el hospital) no tenía nadie que hablara español, le dijo:

“Pero ella me está entendiendo muy bien. A cómo puede ella está intentando todo y me está entendiendo muy bien. Porque yo decía: ‘si no hablo ahorita, como sea, se me va a morir mi niña’. Y fue la primera vez que yo me atreví a hablar inglés”, recuerda 20 años después con su hija, hoy optometrista, ahí a su lado.

Intenta cruzar estando embarazada por falta de papeles

La persona con la que me casé –cuenta Noemí–, no tenía nada, éramos muy jóvenes, y él decidió venirse. 

“La idea era que yo me iba a quedar allá como todas las mujeres del rancho a esperarlo. Yo me quedé y ya estaba embarazada cuando él se vino. Me dejó en casa de mis papás y a los tres meses comenzamos a platicar sobre la posibilidad de que yo también emigrara para acá”, dice sobre su juventud aún en México.

Se había casado todavía a los 17 años, unos tres meses antes de cumplir los 18, la mayoría de edad en su país natal.

“Y me vine con otras personas a la frontera y hasta la tercera vez que lo intenté pude pasar por Sonora. Tenía cinco meses de embarazo cuando eso pasó y ya de ahí estuve viviendo en Kansas, en Topeka, ahí estuve viviendo 12 años, ahí nació mi hija”, cuenta. 

Ahí también nació su hijo varón, hoy de 16 años. Durante la mayoría de ese tiempo en Topeka se dedicó a cuidar a sus hijos y a trabajar en McDonalds simultáneamente .

Le costó, pero Noemí triunfó

No le fue tan mal con el inglés en aquella ocasión cuando se trataba de salvar la vida de su hija, pero los clientes del McDonalds le hicieron tragar lágrimas.

“Era mi primer trabajo en Estados Unidos. Yo no sabía hablar inglés. Y cuando mi hija ya tenía dos años yo empiezo a trabajar en McDonalds. Me pusieron de cajera, hágame el favor”, expresa.

falta-de papeles
Noemí, quien trabajó en un McDonalds, tiene varios problemas serios de salud pero por falta de papeles no ha podido conseguir seguro médico.

Tras llenar la solicitud de empleo “como pude” y tras hablar con el gerente “a como pude”, la contratan y la mandan a la caja, al trato directo con los comensales.

“Me hacían llorar los clientes cuando no entendía. Yo solamente me tragaba mis lágrimas. Se reían de mí. Me costó pero llegué a ser  manager de McDonalds. Me costó mucho y tal vez sea cualquier cosa, pero para mí fue un triunfo porque yo empecé sin hablar nada de inglés”, comparte hoy también con ojos llorosos.

Pero esas lágrimas trajeron recompensas, pues “en ese McDonalds llegué a estar a cargo de manejar los depósitos bancarios, de llevarlos, traerlos al banco, de contarlos, de meterlos a la computadora, de cortar caja y de todo. Ahí estuve siete años”.

Por falta de papeles estuvo en riesgo de sufrir abuso sexual

Parece ser que la mayoría de los comienzos han sido duros para esta madre de dos ciudadanos americanos, quien tuvo que intentar tres veces para poder cruzar la frontera.

“De hecho la primera vez pasamos con unas personas, nos asaltaron en la pasada. Antes de cruzar a Estados Unidos nos asaltaron. Estuve con el cañón de la pistola. Les importó poco que éramos mujeres jóvenes. No me violaron gracias a Dios, pero sí nos buscaron entre la ropa, nos tocaron. Había niños mexicanos”, recuerda amargamente.

Luego de un par de días volvió a tratar de pasar, ya con otro ‘guía’, pero “nos volvieron a agarrar ya llegando a Tucson”.

“Íbamos en una camioneta todos acomodaditos y ahí nos detuvieron. Recuerdo que hasta un oficial de Inmigración alto, joven, nos dijo: ‘van a ver que para la otra van a poder’, así nos dijo. ‘Para la otra la hacen, no se desesperen’”, dice Noemí al traer a la memoria un recuerdo que no es amargo.

“Había uno que era americano, güero, ese sí estaba portándose un poquito mal. Estuvimos en la noche en las heladeras, que les dicen, las celdas frías, ahí con trapos viejos que le avientan a uno ahí todos sucios”, cuenta.

“Yo recuerdo que ese día me sentía tan mal porque estaba embarazada, tenía todo un día sin comer. Sin tomar agua, entonces me sentía mal, y a duras penas les pude decir mi nombre a las personas, nunca se me ocurrió decir otro nombre ni nada, simplemente di mi nombre y mis datos”, relata Noemí.

“Nos tomaron huellas las dos veces que nos detuvieron y fotografías. Según ellos no era deportación. Porque sí nos explicaron. Salida voluntaria o deportación o si se quieren quedar para apelar ante un juez, nos decían”, explica.

Les leían sus derechos “y yo me acuerdo muy bien que eso nos lo dijeron varias veces, si se quieren quedar y apelar ante un juez tienen el derecho de hacerlo, pero les aconsejo que mejor hagan la salida voluntaria y que se vayan”, cuenta.

Todo eso fue en el 2000. Hasta la tercera vez logró cruzar “a este hermoso país”.

Pierde prácticamente la vista de su ojo izquierdo, y por falta de papeles, no consigue seguro médico

En 2009, cuando su primogénita tenía 10 años y su hijo 5 se separa de su esposo, y entre 2011 y 2012 conoce a su actual pareja y con quien se mudan a Carolina del Norte.

Fue en ese lugar donde comenzaron sus problemas de salud debido a la diabetes, enfermedad que padecía desde que su hija tenía un año de edad. 

“Comencé en el 2013, cuando perdí prácticamente la vista en el ojo izquierdo por un desprendimiento de retina. Una de las causas de eso fue la falta de un seguro médico y como era nueva en este estado no sabía dónde encontrar ayuda y no sabía muchas cosas”, comenta.

Meses después encontró un doctor que hablaba español y que le ha ayudado “mucho” con su ojo. Incluso la operó, pero prácticamente no ve con el ojo izquierdo. 

“En el 2014 estuve enferma mucho tiempo, a consecuencia del azúcar, de la diabetes, y desde entonces he estado viviendo aquí en Carolina del Norte tratando de cuidar mi diabetes”, cuenta Noemí.

“Y ahorita (casi) no trabajo porque aquí es un poco más difícil para las personas que no tienen seguro. Yo estaba acostumbrada (a trabajar) en restaurantes de comida rápida y para eso también exigen un seguro social válido”, se lamenta. (Primera de dos partes). Te invitamos a leer la segunda parte de este artículo.

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